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Diario YA


 

Venid a visitarnos, a rezar con nosotros

Manuel María Bru. 1 de marzo.

“No tengáis miedo. La guerra ha terminado. Jerusalén es así: guerra y paz. Venid. Venid a visitarnos, a rezar con nosotros”, nos decía esta semana a los españoles el Patriarca Latino de Jerusalén, en una entrevista en la Gaceta de los Negocios. Ahora que Angelines, Álvaro y Benjamín, nuestros compañeros de COPE y Popular TV, están en Tierra Santa para contarnos la experiencia de los peregrinos en la tierra de Jesús, ahora que con la cuaresma nos preparamos para vivir más intensamente los misterios de su pasión, muerte y resurrección en Jerusalén, es buen momento para volver nuestra mirada no ya sólo a esa tierra bendita, sino también a la comunión con nuestros hermanos cristianos que viven allí, y que no sólo continúan la presencia física de la primera comunidad de Jerusalén, sino que continúan también, a través de su fe en Jesucristo, el misterio de rechazo y negación que vivió el mismo Jesús, Dios y hombre, cuando vivió físicamente en esa tierra. Ese Jesús que continua siendo signo de contradicción en su propia tierra, y que hoy, vivo en su Iglesia, es también rechazado. Comparten los cristianos de Tierra Santa con el resto de sus hermanos palestinos la misma situación de inestabilidad política y económica. Pero al ser cristianos son doblemente vulnerables: primero lo son en cuanto palestinos ante los judíos, y segundo ante todos, judíos y musulmanes, en cuanto no pertenecientes a ninguna de las dos facciones que están permanentemente enfrentadas.
Ya en el año 44 tenemos, por el libro de los Hechos de los Apóstoles, referencias de la solicitud de toda la Iglesia en favor de los cristianos en la tierra de Jesús: “los discípulos de Antioquia determinaron enviar ayudas a hermanos de Judea y así lo hicieron por medio de Bernabé y Saulo”, y San Pablo, en la primera carta a los Corintios, habla también de “llevar vuestro donativo a Jerusalén”. Siempre ha sido una Iglesia minoritaria y necesitada, perseguida y testimonial.  En vida de San Francisco de Asís ya la Santa Sede envió a los franciscanos a Tierra Santa, donde desarrollan desde entonces una importantísima labor testimonial, educativa, evangelizadora, y social. El Papa Honorio III envió en el siglo XIII dos bulas pontificias a los dominicos y a los franciscanos que recordándoles que su misión principal e inmediata era la de salvar del naufragio los residuos del cristianismo oriental. Benedicto XVI se dispone a viajar en mayo a Tierra Santa, para asegurar la presencia cristiana en la cuna del cristianismo, sostener las numerosas obras sociales, culturales, benéficas y pastorales en favor de los cristianos necesitados, y mantener dignamente los santuarios evangélicos. No le dejemos sólo. La tierra de Jesús es, por la fe, más nuestra que nuestra propia tierra.

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