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Diario YA


 

SOBREMESAS COMPLICADAS

¿Navidad? La festividad laica del Solsticio de Invierno

Manuel Parra Celaya. Este año vamos a tener posibilidad de disponer, si Dios no lo remedia, de abundantes y sabrosos temas de conversación en las sobremesas navideñas. Nada de villancicos, por supuesto, que por algo se está decretando poco a poco la festividad laica del Solsticio de Invierno; en la escena, en consecuencia, puede figurar algún paisaje con corcho y río de papel de aluminio, pero sin Portal, Nacimiento ni Reyes Magos; nada de ofrecer la oportunidad al niño repipi de declamar su verso y recibir unas monedas a modo de aguinaldo; nada de soportar con ecuanimidad las ocurrencias del cuñado gracioso que lleva una copa de más.

Este año, señores, tocará hablar, largo y tendido, sobre resultados electorales y las posibilidades, e incertidumbres, a las que han dado lugar. Esta puede ser una tónica común en los hogares españoles, con excepción de media docena de prudentes que obviarán el tema para no enfadarse con ese yerno votante de Podemos o con el abuelito calificado de facha. La culpa es del Sr. Rajoy, que se ha empeñado en convocar los comicios a dos días del sorteo de la Lotería Nacional y a cinco de la Navidad.

Claro que, por otra parte, aquellos agraciados cuyo partido no haya alcanzado los objetivos previstos podrán consolarse con creces, en función de la cuantía del premio. Como se prevén unos resultados electorales muy apretados, me imagino que, a estas alturas, los líderes políticos –además de emplear tiempo, energías y dineros de los españoles en la campaña electoral- estarán haciendo cola en Doña Manolita o en el lotero de Sort, según las preferencias.

Pero seamos precavidos. Si estas difíciles sobremesas quieren mantener la paz entre los comensales, deben imitar a esos prudentes y observar unas reglas. Con mucha más razón, precisarán de un auténtico encaje de bolillos diplomático en Cataluña, y la razón es sobradamente conocida por los lectores: la fractura social está presente en las familias y ha ido creciendo de forma directamente proporcional a la virulencia del “procés” separatista que tiene como protagonistas a los señores Rajoy y Junqueras, a la señora Forcadell y a los compañeros de la CUP, tan antisistemas y anticapitalistas ellos que seguro que ni juegan a la Lotería ni celebran la Navidad (aunque sí el Solsticio de Invierno, evidentemente). Vayan, pues, unos consejos de todo corazón, que ofrezco desinteresadamente…

El primer problema será organizar los asientos en torno a la mesa: imposible a todas luces hacer sentar al votante del PP junto al convergente de la familia; sería del todo arriesgado que coincidieran los codos del fan de Albert Rivera y la primita afiliada a Esquerra Republicana; el mencionado abuelito deberá estar flanqueado solo por los niños, y eso si los infantes no han recibido y asimilado aún prédicas separatistas en sus aulas de Primaria o de la ESO. La segunda dificultad vendrá dada por la elección de los temas de conversación, que, por lógica, es mejor que queden reducidos al estado del tiempo o a aquella divertida anécdota de la tía despistada; nada de política nacional, o, incluso, internacional, no sea que entre los futuros yernos o nueras, asimilados a la comida, se encuentre alguno fascinado por el Islamismo y quién sabe si con el billete de avión en el bolsillo para incorporarse al DAESH, por estar relacionado con la Fundación Nous Catalans.

Aunque quede un poco forzado, es mejor que los anfitriones, para curarse en salud, entreguen una nota de obligado cumplimiento en el aperitivo sobre los temas que deberán salir a la hora de los postres o del café, con la orden taxativa de no apartarse del guion por mucho que se alargue la sobremesa.

Especial cuidado deberá tenerse en la hora de los brindis, que deberán ser del todo inocuos en lo político y en lo religioso, para no incomodar a ningún comensal; deberá evitarse el tradicional Feliz Navidad, para respetar a ateos, agnósticos o aspirantes a combatientes del Estado Islámico; quedaría muy propio un simple felicidades a todos o, en versión izquierdosa, un rotundo salud; claro que compromete menos un brindis silencioso, sin alusiones, aunque, con todas estas precauciones, la frialdad está asegurada y las comidas familiares pueden adoptar el tono de un funeral; con todo, es mejor que escuchar aquello tan hispánico malgré lui de “eso no me lo repites en la calle”, sobre todo porque en la calle previsiblemente hará más frío en esas fechas, o el portazo encolerizado del pariente, precedido de un mutis preñado de miradas asesinas.

He de precisar que estos consejos para garantizar, por lo menos, una especie de armisticio navideño en las familias deben englobarse en aquello de haz lo que te digo pero no lo que yo hago, ya que, por parte de un servidor, pienso hablar –respetuosamente, eso sí- de lo que me venga en gana y, a la hora de entrechocar las copas, brindar, con buen cava catalán, por el Niño de Belén y por la unidad de España.

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