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Diario YA


 

Los abogados somos solidarios

Ramiro Grau Morancho. Abogado, Profesor Universitario de Derecho y Académico Correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación.  En su momento me planteé si debía inscribirme en el turno de oficio, y opté por no hacerlo, siguiendo los consejos de otros compañeros más veteranos: “es un coñazo, te llaman a cualquier hora del día o de la noche, pagan una miseria, y encima con muchísimo retraso, los clientes, usuarios o beneficiarios del turno de oficio (curiosamente) son los que más denuncian a los abogados”, etc.
          Y no me arrepiento. Me gusta elegir a mis clientes, de la misma forma que ellos me eligen a mí. La relación abogado – cliente se basa en la confianza. Cuando esta falla es preferible buscarse otro abogado…, u otro cliente.
          Pero la realidad es que todos o casi todos los abogados actuamos de oficio, pero no cobrando poco como nuestros compañeros, sino sin cobrar. ¿Quién no atiende al vecino pesado, al amigo de la infancia, al pelma de turno, por no hablar de las tres pes: putas, pobres y parientes?
          Y también a la persona que sabes lo está pasando muy mal, pues su empresa ha dejado de ser un negocio para pasar a ser una ruina, pero que antes era un buen cliente.
          Por supuesto no todos somos así, pero sí la mayoría, pues la abogacía es una profesión humanista y solidaria. Y el abogado que no es humano ni solidario con los problemas ajenos, ni es un buen abogado ni una buena persona, al menos en mi opinión.
          Recuerdo que en mi adolescencia visité un prestigioso despacho de abogados, y al aguardar en la sala de espera observé que tenían colgado un letrero, titulado “Los abogados del dólar”, que me impacto bastante.
          Eran unos párrafos seleccionados del Canto General de Pablo Neruda, que he localizado por Internet, y que dicen así:
“…Tiene automóvil, whisky, prensa,
Lo eligen juez y diputado,
Lo condecoran, es Ministro,
Y es escuchado en el Gobierno.
Él sabe quién es sobornable,
Él sabe quién es sobornado,
Él lame, unta, condecora,
Halaga, sonríe, amenaza…”
          
          Neruda se refería al abogado criollo, al servicio de las multinacionales extranjeras, que actuaba como un auténtico enemigo de su pueblo. ¡Espero que no fuera su opinión sobre los abogados en general!
          Era una crítica a los abogados que solo se mueven por el dinero, que sólo piensan en cuanto van a cobrar, y que su vida gira en torno al dólar, o en nuestro caso al euro.
          Yo no soy de esos. Y creo que la mayoría de nosotros tampoco.
          Últimamente se han puesto de moda las acciones solidarias, pro bono de la abogacía, y hay fundaciones y entidades que lo estructuran y organizan. Seguramente con bastante seriedad y eficacia.
          No pertenezco a ninguna de ellas, pues mis “obras sociales” son solo mías, y además no quiero darles publicidad.
          Pero por lo que me cuentan compañeros, casi todos tenemos casos y asuntos que llevamos prácticamente por caridad cristiana, sin esperanza alguna de cobrar algún día, y por entender que al cliente le asiste la justicia, o que la vida le ha tratado con una gran injusticia y hay que intentar resarcirle en lo posible.
          Y estos casos son los que más satisfacciones personales te proporcionan, aunque no sirvan para pagar las facturas, pero en la vida hay cosas más importantes que el dinero, como el trabajo bien hecho, y la propia satisfacción personal promoviendo la Justicia.

 

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