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Diario YA


 

Muchas veces las multitudes son niños pensando

Ir contracorriente puede compensar, a veces

Miguel Massanet Bosch.

Los que todo lo critican, aquellos que no dejan títere con cabeza o los que encuentran excusa para cargar inmisericordes en contra de la presidencia del señor Trump en Norteamérica, son también los que practican el totalitarismo, utilizan todos los medios a su alcance para anular a la oposición de derechas y para intentar, y van camino de conseguirlo, convertir a nuestro país en un remedo, inconexo y desmembrado, de estos países hispano-americanos que hacen gala de sus gobiernos “progres”, de sus totalitarismos y de su desprecio absoluto por la democracia, lo que no obsta a que, como les ocurre a los separatistas catalanes, no dejen ocasión para demostrar con sus formas de actuar, sus destellos de intransigencia y su intervencionismo, cada vez mayor, en la vida de los ciudadanos, junto a sus ensayos de ir implantando un sistema de gobierno basado en un estatalismo exacerbado, de base comunista, presuntamente en favor de los más desfavorecidos pero que, en realidad, lo que se intenta es concentrar el poder en unas “castas” políticas, de izquierdas, minoritarias pero con gran influencia que, lo que andan buscando, es eliminar cualquier clase de oposición, control, crítica, descalificación o reacción por parte de quienes intenten que sea respetada la verdadera democracia en España, contra quienes, a medida que se van consolidando en el poder estos clanes de ideologías izquierdistas híbridas, con resabios de  influencias anarquistas, van intensificando sus ataques, sus maquinaciones, su aislamiento y toda la demagogia que son capaces de ir extendiendo, a medida que los medios de comunicación van cayendo en su poder.
Resulta desproporcionado, desde todo punto de vista, así como maligno y cruel, el trato que se le ha venido dando al presidente Trump desde el mismo día siguiente al de su investidura. Se ha convertido en el enemigo a batir para todos aquellos grupos de etnias minoritarias (negros e hispanos) que fueron quienes elevaron a los Obamas al poder y que nunca supieron reconocer que el presidente Barack no supo, no pudo o no se vio con ánimo de sacar adelante ninguna de sus grandes promesas electorales y que, curiosamente, fue el que permitió que se construyera una parte del muro que separa a los norteamericanos con  la nación mexicana. Pero lo que los de la farándula, los grandes vudús de Hollywood, las estrellas multimillonarias que son quienes, en muchas ocasiones, han dado ejemplo de poco ejemplares comportamientos morales y éticos, no podían consentir fue que, desde la presidencia de la nación, hubiera alguien que fuera capaz de poner coto a sus desmanes y desenmascarar las falsedades y depravaciones que se ocultan detrás de esta aureola de “intocables”, de las que la industria del cine americana, fue y ha sido, cómplice voluntario protegiendo y ocultando aquellos secretos, en ocasiones abominables, de sus estrellas mediáticas.
Desde de una intolerancia que sólo se entiende si se contempla como una campaña perfectamente organizada, apoyada por lo más selecto de las élites de sectores de la sociedad norteamericana, especialmente contrarios a las derechas, pese a ser los grandes millonarios, influencers y manipuladores de la opinión pública, que siempre se muestran como defensores de las minorías étnicas del país pese a que, en muchas de ellas, no ha existido nunca la verdadera intención de integrarse y, como en el caso de las personas de color, parece que se han sentido más cómodos enfrentándose al “establishment” que intentando formar parte de él. La confrontación, el delito, los guettos, las mafias, las bandas, los odios hacia los blancos y su permanente enfrentamiento callejero con las fuerzas del orden, se han convertido en su mejor arma para intentar vengarse de quienes consideran que siguen siendo sus opresores, pese a que la esclavitud hace ya años que fue abolida en tierras americanas.
Las izquierdas, siempre oportunistas, han encontrado un filón explotando los casos en los que se atribuye a la policía haber cometido abusos, delitos, torturas y malos tratos, esto sí, sin querer tomar en cuenta las actitudes provocativas, perfectamente organizadas, con cámaras preparadas y testigos oportunos para que, cualquier exceso policíaco que pudiera cometerse quedara perfectamente registrado y visualizado para, posteriormente, exhibirlo por todo el mundo mediático como muestra de la “barbarie” de la policía estadounidense y de la crueldad de los ciudadanos blancos “insensibles” al problema de la negritud. ¡Cómo nos recuerda a lo que, los separatistas catalanes, organizaron para culpar a la policía y la guardia Civil, de actitud violenta en los acontecimientos de suma gravedad que tuvieron lugar con motivo del referendum ilegal del 1 de octubre de 1917!
Pero lo más chocante de esta cuestión, es la forma en la que los medios afines al Gobierno y los adeptos a las políticas separatistas de Cataluña se han involucrado en extender el odio hacia el presidente americano como si, en realidad, se tratara de una cuestión que nos afectara directamente y no se tratase de un tema de exclusiva y particular competencia de los EE.UU y de sus ciudadanos. Pero no nos dejemos engañar, aquí se trata de, utilizando la figura del presidente Trump, intentar deslegitimarlo, presentarlo como una persona inepta, odiosa, insensible y un desastre para su pueblo para, con ello, buscar crear en España un sentimiento de repudio hacia la derecha a la que se intenta identificar con el señor Trump en su calidad de expresión del mal ejemplo para cualquier tipo de estado que pretendiera imitarlo. ¡Cuidado, señores, con esta fobia desatada por las izquierdas internacionales contra el legítimo presidente de los EE.UU, señor Trump, porque, detrás de este escenario artificial que se ha querido crear para criticar y devaluar la política de actual mandatario americano, existe todo un complot de presunta honorabilidad, antirracismo, falso patriotismo, y aparente superioridad ética de los demócratas, detrás de lo que se esconde el fantasma de aquellos que  intentan establecer un nuevo orden ficticio progresista donde la igualdad, la moralidad ( atea por supuesto) ,¡las libertades! ( según su particular forma de interpretarlas) que, según quienes defienden semejante utopía, solo se pueden conseguir bajo la dirección y mando de las izquierdas pero que, en realidad, no¬ reflejan más que regímenes basados en la intervención del estado en todas las facetas políticas, económicas, financieras, sociales, de relaciones internacionales, industriales, sanitarias etc., muy bonitas en la teoría pero que, cuando se intenta llevarlas a la práctica, tropiezan con la realidad de un mundo que necesita que se le dé más protagonismo a la iniciativa privada; se supriman trabas económicas y se facilite la libertad de comercio, como el único medio demostrado de conseguir el bienestar ciudadano, el progreso y el que, el país entre en una época de bienestar social basada en el respeto al derecho al trabajo y a la libre competencia, la mejor manera de regular los precios y mejorar las calidades de los productos que se ofrecen al consumidor.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, desde nuestra modesta atalaya de meros observadores de lo que nos rodea, en estos tiempos de penurias, pandemias, engaños, injurias, calumnias y despropósitos de toda índole; no parece que se vea,  por parte alguna, el menor atisbo de que, desde ninguno de los partidos políticos del amplio espectro parlamentario que, hoy en día, aparentan estar gobernando España, tenga la posibilidad, la sana intención o la menor probabilidad de darle un vuelco a esta situación de opresión que nos acompaña, y que nos produce la desagradable sensación de que, cuanto más tiempo pasa,  las posibilidades de un retorno a la normalidad, de aquella que nunca debiéramos haber abandonado, se hacen cada vez más improbables.  Y una frase de Homero para meditar: “La vida es en gran medida una cuestión de expectativas.”