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Diario YA


 

“La realidad es una esclava cuya obligación es obedecer” G. D’Annunzio

El sentido práctico de Putin en el caso de Siria, debería ser considerado

Miguel Massanet Bosch. Nadie puede exculpar a la UE en lo que fue su participación desde el backstage del secretismo político y del intervencionismo solapado, en aquella aventura denominada como la Primavera Árabe; que muchos expertos, como el señor Noam Chomsky, filósofo y activista estadounidense, consideran que tuvo su origen en el Octubre del año 2010 en el Sahara Occidental y que, más tarde, tuvieron continuidad con motivo del suicidio a lo bonzo ( por problemas económicos), en diciembre del 2010, del joven tunecino Mohamed Bouazizi  lo que fue el origen de una serie de manifestaciones que se extendieron por todo Túnez acabando por derrocar al gobierno de Ben Ali. Este fue el detonante de una oleada de sucesivas revoluciones que afectaron a la mayoría de países del norte de África como Egipto, Libia, Siria, Yemen, Irak y Barein, que fueron en los que la revolución causó más impacto, sin que ello privara que en otras naciones, como Argelia, Marruecos, Líbano o Jordania, no se sufrieran altercados y manifestaciones exigiendo reformas democráticas a sus respectivos gobiernos.

Se atribuye a las redes sociales, a Internet, el que los jóvenes revolucionarios recibieran apoyos desde Europa que los incitaron a iniciar la revolución. Pero es evidente que alguien tuvo que dirigirlos sobre el terreno, agruparlos, proporcionarles medios y organizar todas sus actuaciones, contactándolos con las unidades del Ejército que se les unieron, para conseguir que la revolución tuviera éxito y se derrocara a dictadores que no eran precisamente hermanitas de la Caridad. Muchos han visto la mano negra de algunas naciones europeas interesadas en aumentar su presencia en países que, como Libia, la explotación de sus riquezas petrolíferas eran codiciadas por numerosos grupos económicos de varias naciones de la comunidad europea.

Si aquello fue el pedernal y la yesca las sucesivas guerras, el aumento de poder de los grupos islamistas que fueron apoderándose de los sucesivos gobiernos, excepto en el caso de Egipto que, si bien consiguieron derribar al presidente Mubarak y lograr auparse al gobierno del país mediante elecciones libres, nombrando presidente Morsi , sus actitudes teocráticas los indispusieron con los laicos y militares que, en un golpe de Estado, los despojaron del poder, subiendo al general Al-Sisi a la dirección de la nación, con lo que se cerró el ciclo revolucionario, con el país de nuevo en manos de los militares. Se puede decir que, desde entonces, salvo el caso de Túnez donde parece que existe un gobierno estable y de Egipto, que sigue en manos militares, el resto de naciones están instaladas en una situación inestable agravada por las guerras de Irak, Siria, Libia y Yemen que, desde hace un tiempo, se han convertido en un verdadero galimatías, agravado por la aparición del EI y su ejército de terroristas, perfectamente armados, apoyados por mecenas que no dan la cara, pero que los han convertido en una potencia militar, capaz de derrotar a naciones enteras y aterrorizar a sus habitantes, con toda clase de crímenes, torturas, violaciones y vejaciones, capaces de provocar el gran éxodo de migrantes que, hoy en día, vienen invadiendo la vieja Europa.

Cuando más necesaria sería la intervención militar de Europa contra las milicias de yihadistas, para evitar que las guerras de Siria, Irak y la propia Libia, conviertan a los habitantes de dichas naciones en seres aterrorizados, que huyen para salvar sus vidas en un éxodo que amenaza convertirse en una verdadera invasión, que va a ser muy difícil que las naciones europeas sean capaces de absorber y, lo más preocupante, de integrar en las culturas respectivas teniendo en cuenta la diferencia de religiosas. Sin embargo, las reticencias, los miedos, los temores de que el envío de militares a luchar en aquellos países sea mal recibido por los ciudadanos y el terror a que lleguen los cuerpos sin vida de los militares enviados a aquellas misiones, actúan de freno para que los gobiernos europeos tengan la valentía de enfrentarse, cara a cara, con los terroristas islamistas.

El señor Obama, un pacifista convencido de que, para ganar las próximas elecciones, los demócratas no pueden comprometerse a enviar más americanos a luchar fuera de sus fronteras, ha preferido cubrir el expediente enviando a aviones de guerra a bombardear los campamentos yihadistas, algo que, si bien puede ser eficaz en una labor de desgaste no es definitivo, como se viene demostrando, para acabar con el poder del ejército del EI. Europa, ha seguido su ejemplo y son varios los países de la UE que se han unido a la guerra aérea sin que, los raids aéreos impidan que los ataques a las ciudades sirias sigan desarrollándose y, lo que todavía es más cruel, que los integrantes de las fuerzas islamistas asalten a sangre y fuego todas las localidades que encuentran en su camino, masacrando a sus habitantes y apoderándose de todo lo que encuentran a su paso.

Es evidente que, desde la anexión de Krimea por los rusos y la subsiguiente invasión de los prorrusos de una parte importante del este de Ukrania, las relaciones de los EE.UU con Rusia han entrado en una fase que nos hace recordar los tiempos de la “guerra fría”. Y, como no podía ser de otra forma, si el señor Putín se muestra partidario de mantener en el poder a Bashar al Asad, el presidente sirio, el señor Obama, considera que el dictador sirio es responsable de la muerte de muchas personas y, en consecuencia, toda ayuda a Siria pasaría por la renuncia de su actual presidente al poder. No obstante, al menos en lo que respeta a la situación, gravísima situación, de la guerra que afecta al Oriente Medio, deberemos reconocer que la postura más realista, la más sensata y la que mejor podría contribuir a solucionar la amenaza que significa para Europa el progreso bélico de los yihadistas; es la que apoya el señor Putín. Es obvio que, apoyar a Bashar al Asad, aunque sus antecedentes de dictador parezca que lo inhabilitan para dirigir la nación siria, es un acto de gran realismo ya que está apoyado por su ejército y una parte importante de la ciudadanía del país, que ven en él a la única persona que los puede salvar de las hordas revolucionarias, por una parte, y del terror del EI por la otra.

Si, como pide Putín, los EE.UU y Rusia, aparcaran sus disputas, aunque lo hicieran a cara de perro, es muy posible que una entente militar de ambas potencias y la colaboración de la OTAN, con el envío de soldados a la zona de guerra; algo que el señor Putín parece dispuesto a llevar a cabo; mediante la puesta en práctica de una acción militar coordinada sería, sin duda, una operación decisiva para conseguir la victoria militar y la destrucción definitiva del poderío militar del EI. Lo que después conviniera hacer, con respecto al gobierno de Siria, ya sería harina de otro costal pero, al menos, se conseguiría establecer una situación controlada en países que, como Siria e Irak, llevan años padeciendo el cáncer de la guerra civil, agravado por los recientes ataques de los terroristas, que han decidido establecerse y formar su propia nación mediante la ocupación de territorios de ambos países.

El señor Obama debería aprovechar la ocasión que se le presenta para mejorar las relaciones con Putín ya que, cuando fue el momento de pararle los pies al ruso con motivo de la anexión de parte del territorio de Ukrania, no tuvieron el valor, la energía o la decisión de enfrentársele para impedirle que lo hiciera. Una cooperación, aunque fuere transitoria de las fuerzas armadas de ambas naciones servirían para limar asperezas, destruir tópicos y, quien sabe, si constituir la base para una normalización de relaciones que contribuyera a solucionar el contencioso de Ukrania y la normalización de las relaciones de Rusia, que tan deterioradas están, con la Comunidad Europea. Por probar nada se pierde.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, sin que sirva de precedente, tenemos la sensación de que el señor Putín tiene una visión más realista de lo que está sucediendo en Oriente Medio y de las consecuencias que para la misma Rusia y Europa, podrían derivarse de una victoria definitiva del EI en las naciones en las que actualmente mantiene su ofensiva.

 

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